Entre los métodos de comunicación actuales, el método de estimulación rápida (RPM) ha atraído una atención generalizada, especialmente para ayudar a las personas con autismo y otras discapacidades del desarrollo a expresar sus pensamientos y emociones. Este método fue fundado por Soma Mukhopadhyay para promover la comunicación a través de la guía de un tablero alfabético. Sin embargo, muchos expertos han cuestionado la naturaleza científica y la eficacia de esta tecnología.
El método Quick Prompt intenta ayudar a las personas que no pueden expresarse debido a autismo severo u otras discapacidades del desarrollo a establecer una comunicación funcional e independiente.
El método de indicaciones rápidas funciona mediante una estrategia básica de "enseñar y preguntar". Los tutores primero proporcionarán a los estudiantes un concepto, como "La silla es amarilla", y luego inmediatamente seguirán con una pregunta, como "¿De qué color es la silla?". Luego, los estudiantes reciben varias indicaciones para ayudarlos a seleccionar o deletrear el concepto. Respuesta correcta. La clave de este enfoque es que el facilitador proporciona señales verbales, visuales y táctiles para guiar a los estudiantes en sus respuestas.
RPM es conocido por su naturaleza de "baja tecnología", ya que sólo requiere del facilitador, el estudiante, papel y bolígrafo.
Según la literatura, además del autismo, el RPM también se ha aplicado a personas con síndrome de X frágil, ceguera o sordera, síndrome de Angelman, síndrome de Down, etc. Sin embargo, este enfoque enfrenta múltiples desafíos en la práctica. Para estos grupos, el éxito del RPM a menudo depende de la calidad de la orientación del facilitador, lo que genera preocupaciones sobre la "excesiva dependencia de las indicaciones".
Los críticos advierten que la dependencia excesiva de las indicaciones puede limitar la capacidad de estos pacientes para comunicarse de forma independiente.
Muchas organizaciones profesionales, como la Asociación Estadounidense del Habla, el Lenguaje y la Audición (ASHA) y la Asociación Estadounidense sobre Discapacidades Intelectuales y del Desarrollo (AAIDD), han expresado una clara oposición al RPM, citando la falta de investigación científica necesaria para verificar su eficacia. Algunas voces incluso señalaron que en las primeras solicitudes, los destinatarios a menudo se desempeñaban más allá de sus expectativas de edad o educación, lo que desencadenó debates sobre la subjetividad de la comunicación.
Los defensores de las indicaciones rápidas dicen que ayudan a las personas con discapacidades a expresar sus habilidades intelectuales no explotadas. Sin embargo, esta afirmación aún necesita ser completamente verificada científicamente.
El debate entre partidarios y opositores del RPM no parece tocar la pregunta más fundamental: ¿Quién está transmitiendo el mensaje? A los expertos les preocupa que, en ausencia de una medición objetiva, la RPM corre el riesgo de socavar la autonomía de las personas con autismo, ahogando sus voces en la orientación de los consejeros. Esto nos lleva a que las investigaciones futuras deberían centrarse en explorar métodos que puedan estabilizar las necesidades de comunicación de los pacientes garantizando al mismo tiempo su autonomía.
Al explorar cómo se comunican las personas con autismo, ¿en qué métodos debemos confiar?