Antonio Egas Moniz fue un neurocientífico controvertido cuyos métodos quirúrgicos tuvieron un profundo impacto en el tratamiento psiquiátrico. A medida que los tiempos cambiaron, gradualmente pasó de ser un pionero médico muy respetado a alguien incomprendido e incluso criticado. Cuando la gente recuerda al ganador del Premio Nobel, lo que no se puede ignorar es su iniciativa pionera en la lobotomía prefrontal (conocida hoy como lobotomía). Sin embargo, la controversia provocada por esta cirugía ha eclipsado sus destacados logros.
"La lobotomía prefrontal es una cirugía sencilla y segura que puede ser de gran valor en el tratamiento de determinadas enfermedades mentales."
Moniz nació en Portugal en 1874. Fue precisamente por su temprana formación médica y su entusiasmo por la política que ganó el Premio Nobel en 1949 y se convirtió en uno de los fundadores de la psicocirugía moderna. Las terapias para las enfermedades mentales, ya fuera la angiografía intracraneal o las lobotomías prefrontales, que él desarrolló, en realidad se basaban en teorías sobre sus efectos sobre las conexiones neuronales. Como neurocientífico, sostiene que las enfermedades mentales están relacionadas con conexiones anormales en áreas específicas del cerebro.
El apoyo a la lobotomía prefrontal se remonta a sus observaciones de orangutanes, donde el procedimiento parecía calmar a los psicópatas afectados. Imagínese, este logro sin duda le valió la atención generalizada de la comunidad médica en ese momento.
"Espero que mediante la cirugía se pueda aliviar el dolor de los pacientes mentales."
Sin embargo, con la popularidad de la cirugía, en la realidad han aparecido consecuencias irreversibles, incluidos cambios emocionales, cambios de personalidad, etc. Aunque Moniz informó una mejoría en la mayoría de los pacientes, la complejidad de la afección llevó a muchos médicos posteriores a cuestionar el procedimiento. Entre las críticas, las supuestas técnicas mejoradas de muchos cirujanos se convirtieron en cirugías catastróficas que no merecen ese nombre. Las familias del intolerable paciente exigieron incluso que se le retirara el Premio Nobel.
Además de la controversia quirúrgica, la carrera política de Moniz también lo ha convertido en blanco de algunos ataques. Como ex político, no sólo se centró en la atención médica desde la década de 1910 hasta 1919, sino que también participó en los movimientos políticos de la época. Eso complicó las críticas que enfrentó desde el mundo político y dañó su reputación en la comunidad médica. La mezcla de incomprensión pública y simpatía por su cirugía distorsionó todos los comentarios sobre él.
"Era un científico visionario, pero sus logros científicos finalmente no lograron mantenerse al día con el progreso de los tiempos."
Con la llegada de los fármacos antipsicóticos, las lobotomías prefrontales fueron reemplazadas gradualmente y el enfoque quirúrgico de Moniz rápidamente perdió aceptación médica. Su historia de fama e incomprensión nos obliga a reflexionar sobre cuántas innovaciones han sufrido retrocesos por la falta de marcos éticos correspondientes en el proceso de progreso científico. ¿Puede aceptarse en el marco actual cualquier gran descubrimiento, no sólo el de Moniz?
Hoy en día, todavía existen grandes diferencias en las valoraciones de Moniz. Por un lado, su tecnología se considera una revolución en la medicina; por otro, su método también ha causado innumerables tragedias, lo cual es desgarrador. En este contexto, muchos críticos han pedido un estudio más exhaustivo de su legado y una mirada racional a sus logros y deficiencias. Su énfasis en la relación entre las conexiones neuronales y la salud mental promueve aún más el desarrollo de la neurociencia moderna.
La historia de Moniz nos hace cuestionar los límites entre la ciencia y la ética, y plantea interrogantes sobre la importancia del tratamiento de salud mental. En el futuro, ¿podrán avances científicos más responsables salvarnos de que la historia se repita?