A medida que el impacto del cambio climático en los ecosistemas globales se hace cada vez más evidente, los académicos y activistas han comenzado a utilizar el término “violencia crónica” para describir esta forma sutil de violencia. La violencia crónica, concepto propuesto por primera vez por el escritor Robert Nixon en su libro Chronic Violence and the Poor's Environmental Movement, se refiere a la violencia que se produce de forma gradual y es difícil de detectar. Esta violencia se esconde en los rincones del tiempo y el espacio, tiene efectos de largo alcance, pero a menudo no se la considera violencia. Esta definición significa que el impacto del cambio climático no se limita a los desastres naturales directos, sino que comienza a entrar en la discusión de la estructura social y las relaciones de poder.
La violencia crónica es una destrucción retardada que no puede evaluarse utilizando los conceptos tradicionales de violencia porque se produce en el tiempo.
Los diversos problemas provocados por el cambio climático, como el deterioro de las condiciones de vida, la escasez de recursos y el aumento del coste de la vida, son a menudo manifestaciones concretas de violencia, pero no son fácilmente percibidas por el público. Esto significa que las comunidades más afectadas, especialmente los pobres y marginados, a menudo no pueden expresar eficazmente sus experiencias ni acceder al apoyo jurídico y social adecuado.
Según la EPA de Estados Unidos, la justicia ambiental es "el trato justo y la participación significativa de todas las personas, independientemente de su raza, color, origen nacional o ingresos, en el desarrollo, implementación y cumplimiento de leyes, regulaciones y políticas ambientales". Este punto resalta la sensación de opresión que experimentan grupos específicos cuando las cargas ambientales se distribuyen de manera desigual.
La degradación ambiental y el saqueo de recursos que enfrentan muchas comunidades se han vuelto cada vez más graves a medida que se ha intensificado la globalización, lo que ha hecho que el movimiento por la justicia ambiental ya no se limite a los debates nacionales sino que se haya convertido en un problema global.
Este movimiento se originó en Estados Unidos en la década de 1980, estuvo profundamente influenciado por el movimiento por los derechos civiles y gradualmente resistió la discriminación racial ambiental. En las décadas siguientes, también se integró en los debates sobre el género, las desigualdades ambientales internacionales y diversas desigualdades dentro de los grupos marginados. Es importante destacar que las preocupaciones por la justicia ambiental han comenzado a trasladarse de los países ricos al Sur global a medida que las cargas ambientales se han desplazado gradualmente, en particular a través de la extracción de recursos o el comercio mundial de desechos.
Estos cambios han dado al movimiento por la justicia ambiental una nueva perspectiva global. En esta plataforma, muchos movimientos locales convergen con redes globales, brindando a las personas una oportunidad más amplia de expresar su difícil situación y promover el cambio social.El objetivo final de la justicia ambiental es empoderar a las comunidades marginadas para que tomen decisiones ambientales que afecten sus vidas.
El impacto del cambio climático no existe de forma aislada, sino que está estrechamente vinculado a las estructuras sociales y los sistemas económicos. En particular, para las comunidades que viven en la pobreza o en la marginación racial o social, los efectos del cambio climático parecen exacerbar su vulnerabilidad y empujar aún más a estas comunidades al borde del conflicto social. Por ejemplo, en el Sur global, muchas comunidades sufren un frecuente saqueo ambiental debido a conflictos sobre la distribución ecológica, y las voces de estas comunidades suelen ser ignoradas en la formulación de políticas y en los debates sobre protección ambiental. ¿Representa esto una nueva forma de violencia ambiental?
En respuesta a esta “violencia crónica”, el movimiento por la justicia ambiental sigue llamando a la sociedad a prestar atención a esta amenaza invisible y exige que todas las partes interesadas participen activamente en la toma de decisiones pertinentes. Cuando se trata de cuestiones ambientales, lo que hay que enfatizar ahora no es sólo la protección del medio ambiente físico, sino también aquellas cuestiones de justicia social y de derechos humanos que a menudo se pasan por alto.
Los defensores de la justicia ambiental dicen que el desafío del cambio climático requiere mayor atención a las desigualdades sistémicas y cómo hacen que ciertos grupos sean más vulnerables a las crisis ambientales. La posibilidad de que las voces de estos grupos se incorporen adecuadamente a las políticas y los debates sociales puede ser la clave para que el movimiento por la justicia ambiental pueda lograr un cambio real en el futuro.En este sentido, ¿cómo puede la violencia invisible del cambio climático convertirse en un tema importante en los movimientos sociales? ¿Nos impulsará a repensar la relación entre el desarrollo económico, la justicia social y la protección del medio ambiente?