El movimiento por la justicia ambiental es más que un movimiento social; es una rebelión contra la desigualdad social, centrada en la protección de las comunidades pobres y marginadas que sufren daños ambientales debido a intereses económicos. En el Sur Global, este movimiento se está expandiendo rápidamente y sus impactos están cambiando la forma en que vive la gente, especialmente frente a los desafíos del calentamiento global y la extracción de recursos.
El movimiento comenzó en Estados Unidos en la década de 1980, inspirado en el movimiento por los derechos civiles, y se centró inicialmente en las manifestaciones de racismo ambiental en los países ricos.
El movimiento por la justicia ambiental destaca la distribución injusta de los daños ambientales, y estos tristes hechos no se limitan a las sociedades del Norte Global. En el Sur Global, muchas comunidades enfrentan graves desafíos ambientales derivados de la extracción de petróleo, la minería y el uso de la tierra. En estos casos, los residentes locales suelen ser víctimas de la depredación ambiental sin poder beneficiarse de ella.
A medida que el movimiento por la justicia ambiental se expande alrededor del mundo, las Naciones Unidas han comenzado a tomar nota de la cuestión y a incorporarla a sus objetivos de desarrollo. Estos cambios han traído nuevas oportunidades y desafíos a la vida en el hemisferio sur.
El movimiento tiene como objetivo empoderar a las comunidades marginadas para que asuman un papel de liderazgo en las decisiones ambientales que afectan sus vidas.
En el Sur Global, el concepto de justicia ambiental continúa evolucionando. Por ejemplo, muchas comunidades nativas americanas entienden la justicia ambiental de manera muy diferente a las comunidades no nativas, basándose en sus creencias culturales y religiosas. Los problemas ambientales que enfrentan estas comunidades no se deben sólo a la insuficiencia del sistema legislativo, sino también a la estructura social heredada del colonialismo, que las coloca en mayor desventaja frente a las crisis ambientales.
Esto es particularmente evidente en los casos de América del Sur, donde las comunidades se han visto obligadas a reubicarse debido a la extracción de recursos o enfrentan crisis de salud debido a problemas ambientales. A medida que estas comunidades resisten y exigen justicia, desempeñan un papel cada vez más importante en el movimiento mundial por la justicia ambiental y ganan terreno en la comunidad internacional.
En el Sur global, los impactos de la degradación ambiental a menudo exacerban las desigualdades entre diferentes grupos sociales, incluso en la distribución de responsabilidades sobre los medios de vida futuros.
El movimiento social de base del movimiento por la justicia ambiental ha proporcionado a las comunidades del sur global una plataforma para expresar sus demandas y problemas, ya sea protestando por la contaminación a nivel del suelo o luchando por el control de los recursos ambientales. Estas comunidades han formado gradualmente una poderosa alianza internacional. Estas alianzas promueven vínculos entre movimientos sociales de diferentes países y ayudan a combatir más eficazmente el saqueo ambiental por parte de las corporaciones multinacionales.
Los defensores de la justicia ambiental en el Sur Global, particularmente en América Latina, utilizan una variedad de estrategias, incluidas campañas de base, acciones legales y defensa internacional, para proteger sus medios de vida y el medio ambiente. En los últimos años, el auge de las redes sociales también ha permitido que las voces de estos movimientos se transmitan al mundo más rápidamente, ampliando la influencia de las protestas.La “violencia lenta” es un concepto importante que capta los desafíos de la justicia ambiental en el Sur Global, que se manifiestan en daños ecológicos a largo plazo y desigualdades sociales que a menudo se pasan por alto.
Respecto a este concepto, algunos estudiosos consideran que la violencia crónica se refiere a actos violentos que ocurren gradualmente pero que apenas se notan, como el cambio climático y la contaminación ambiental. Esta violencia crónica exacerba la fragilidad de los ecosistemas y la vulnerabilidad de los pobres, exponiéndolos a mayores conflictos sociales.
A medida que empeoran las desigualdades en el acceso a los recursos globales, los movimientos por la justicia ambiental en el Sur Global adquieren nueva importancia. Reconfigura las estructuras sociales y las relaciones políticas y nos impulsa a pensar en cómo las soluciones a los problemas ambientales pueden reflejar la justicia social y la equidad. En última instancia, estos movimientos exigen una conversación más amplia sobre la existencia humana y el medio ambiente en el que vivimos.
Ante un entorno global cambiante y una mayor desigualdad, ¿cómo pueden la resistencia y la solidaridad en todos los niveles de la sociedad lograr de manera más efectiva la justicia ambiental?