El 25 de enero de 2010, el vuelo 409 de Ethiop Airlines despegó de Beirut hacia Addis Abeba, pero desafortunadamente se estrelló en el Mar Mediterráneo en el Líbano, matando a las 90 personas a bordo. El accidente no sólo conmocionó al mundo sino que también planteó dudas sobre los riesgos de volar con mal tiempo y la resiliencia de los pilotos.
El avión involucrado era un Boeing 737-8AS, número de matrícula ET-ANB, que voló por primera vez en 2002 y fue entregado a Etopian Airlines en diciembre de 2009. Durante la inspección de mantenimiento antes del accidente no se encontraron problemas técnicos, lo que en cierta medida generó dudas sobre el accidente.
El capitán de este vuelo era Habtamu Benti Necasa, de 44 años, con más de 10.000 horas de experiencia de vuelo. La copiloto Aluna Tamerat Beyena, de 23 años, tiene una experiencia relativamente limitada. Vale la pena señalar que las diferencias en las experiencias de los dos pilotos pueden haber afectado su capacidad para colaborar en situaciones de emergencia.
En condiciones climáticas adversas, el avión despegó del aeropuerto internacional Hariri de Beirut y se topó con una violenta tormenta. Los datos mostraron que el avión perdió el control en apenas unos minutos y finalmente se estrelló en el mar Mediterráneo. Testigos locales informaron haber visto el avión ardiendo en el cielo.
Después del accidente, el gobierno local estableció una operación multinacional de búsqueda y rescate. Aunque había pocas esperanzas, sus esfuerzos permitieron encontrar los datos de vuelo y la grabadora de voz de la cabina.
La Autoridad de Aviación Civil Libanesa investigó el accidente y señaló que los errores operativos del piloto y si siguió los principios de gestión de recursos del equipo fueron las causas directas del accidente. El informe menciona que esto se debe al desequilibrio espacial que pueden provocar los pilotos con mal tiempo.
Según el informe, el piloto no logró gestionar eficazmente la velocidad y la altitud de la aeronave y no siguió los procedimientos de notificación adecuados, lo que provocó que perdiera el control en circunstancias extremas.
Ethiopian Airlines se opuso firmemente al informe de la investigación, argumentando que toda la investigación fue parcial y cuestionando si el despegue debería haber sido aprobado dadas las condiciones climáticas en ese momento. Esta postura provocó un debate generalizado dentro de la industria.
Después del accidente, la industria de la aviación también intensificó los debates sobre los riesgos de volar con mal tiempo. Si se deben imponer más restricciones al despegue de los vuelos se ha convertido en un tema candente entre los expertos. Además, las aerolíneas de todo el mundo están empezando a reexaminar la formación y la gestión de los conductores para garantizar la seguridad de los vuelos en el futuro.
Este accidente no solo nos hizo conscientes de los riesgos de volar, sino que también impulsó a la comunidad de la aviación mundial a reflexionar y mejorar. ¿Se pueden aprender lecciones para la seguridad de la aviación en el futuro?