En la sociedad actual, el ejercicio del poder no sólo limita la vida de las personas a la supervivencia, sino que también obliga a algunas personas a enfrentarse a la amenaza de la muerte. Esta es la idea central explorada por Necropolítica. Esta teoría revela cómo ciertos grupos están dominados por fuerzas sociales y políticas, que determinan su destino de vida o muerte.
La necropolítica es el uso del poder social y político para determinar cómo viven ciertas personas y cómo deben morir ciertas personas.
Este concepto escalofriante fue explorado en profundidad por primera vez por el académico Achille Mbembe en 2003. Propuso el concepto de “mundo muerto”, una nueva forma de existencia social en la que amplios sectores de la población se enfrentan a condiciones de vida en las que son considerados “muertos vivientes”. Esto no es sólo una privación de vida, sino también una erosión del sentido de la existencia humana.
En las condiciones de la necropocracia, los límites entre resistencia y suicidio, sacrificio y redención, martirio y libertad se difuminan.
La frontera entre la vida y la muerte se difumina cada vez más, y este concepto está estrechamente relacionado con el biopoder propuesto por Michel Foucault. Foucault señaló que en el proceso de control de la población, ciertos grupos son vistos como más valiosos, lo que estructura la evaluación que la sociedad hace del valor de la vida. Con el tiempo, esta evaluación ha llevado a que ciertos grupos de personas sean vistos como personas con una esperanza de vida barata. “Muerte en vida” se convirtió en sinónimo del grupo oprimido.
Por ejemplo, la esclavitud, el apartheid, la colonización de Palestina y el surgimiento de atacantes suicidas demuestran cómo los Estados dirigen la vida y la muerte de diferentes grupos a través de diferentes formas de necropolítica. Esta manifestación de violencia política y la eliminación de la identidad han reducido a muchas personas a una especie de "muertos vivientes que ya no poseen soberanía propia".
Sólo ciertos grupos de personas son “marcados como desperdiciados”, y las condiciones de estas vidas desperdiciadas están estrechamente ligadas a la “reproducción ordinaria de la vida cotidiana”.
En una sociedad entrelazada con la necropsia, el racismo juega un papel importante, conduciendo a la degradación sistemática del valor de la vida de ciertos grupos étnicos. Cuando una persona no es capaz de limitar voluntariamente su propia vida o incluso de expresar libremente su propia existencia, se considera que el individuo se encuentra en un estado de muerte social o política. Esta situación es particularmente evidente en el sistema penitenciario contemporáneo, donde algunos presos no pueden sobrevivir y sólo pueden buscar a tientas el significado de la supervivencia en el dolor.
Por supuesto, la necropolítica no se limita a los mecanismos de gobierno europeos o estadounidenses; su impacto se siente en todo el mundo. En la región palestina, la persecución política de larga duración ha sumido a innumerables refugiados en la desesperación, y la falta de servicios sociales eficaces y de apoyo internacional ha empujado a estas personas al borde de la vida y la muerte.
En los debates modernos sobre género y orientación sexual, también ha surgido la Necropolítica Queer. Este concepto se centra en la comunidad LGBTQ+/queer en la era posterior al 11 de septiembre, revelando cómo estas poblaciones enfrentan simultáneamente la penetración de la islamofobia y la violencia que ellas mismas experimentan dentro del marco violento de la sociedad. Como sostiene Judith Butler, estas vidas no pueden ser lamentadas adecuadamente porque, en el marco de la necropocracia, se cuestionan el significado y el valor de la muerte.
Ante la muerte, las condiciones de vida y los valores de vida de algunos grupos de personas son tratados como "vidas desnudas" sin valor.
La política de la muerte revela la crueldad de la sociedad contemporánea. La muerte ya no es sólo el fin de la vida, sino un fenómeno político. Entre los grupos oprimidos, cada momento de la vida está acompañado por la amenaza de la muerte, y sólo a través de la lucha constante pueden encontrar ese exiguo espacio vital. Es esta frontera de poder entre la vida y la muerte lo que constituye el verdadero rostro de la existencia de ciertos grupos étnicos en el mundo actual.
Por supuesto, ¿es realmente posible romper un juego de poder así?